Una mirada sobre la inmigración argentina del siglo
XIX que incluye, desarrolla y alimenta en profundidad todos los prejuicios de
clase que aun hoy circulan en nuestro país. El escritor, emblemático exponente
de la generación del 80, construye una mirada peyorativa y pesimista en
relación con el inmigrante. A esto se suma una mirada naturalista que despliega
un abanico de ambientes sórdidos y situaciones oscuras y provocan más de una
vez unas ganas irrefrenables de revolear el libro contra la pared. Justamente
por todo eso está bueno leerlo, para pelearse un poco y terminar con la gansada
de la lectura placentera.
"Así nació, llamáronle Genaro, y haraposo y raquítico, con la marca de la anemia en el semblante, con esa palidez amarillenta de las criaturas mal comidas, creció hasta cumplir cinco años.
De par en par abrióle el padre las puertas un buen día. Había llegado el momento de serle cobrada con réditos su crianza, el pecho escrofuloso de su madre, su ración en el bodrio cotidiano.
Y empezó entonces para Genaro la vida andariega del pilluelo, la existencia errante, sin freno ni control, del muchacho callejero, avezado, hecho desde chico a toda la perversión baja y brutaldel medio en el que se educa" (capítulo II)
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